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Mendoza a través de los ojos de Cortázar

Julio Cortazar - escritor argentino

Julio Cortázar vino a Mendoza en 1944 para dar clases en la Universidad Nacional de Cuyo. ¿Cómo marcó nuestra ciudad al gran escritor argentino? itMendoza se los cuenta en esta nota.
“Mendoza ─creo que usted conoce─ es una bella ciudad, rumorosa de acequias y de altos árboles, con la montaña a tan poca distancia que uno puede ir a estudiar a los cerros; yo lo haré apenas haya organizado algo más mi vida y mi trabajo. No le negaré que siento ─casi físicamente─ los 1000 kilómetros que me separan de Buenos Aires; pero de algo ha de servirme ahora mi prolijo, minucioso entrenamiento para la soledad”, contó a su amiga Mercedes Arias en una carta.

Cortázar, un joven intelectual

Con tan solo 29 años, Cortázar había llegado a Mendoza con la emoción de quien comienza una nueva aventura. Estar en la provincia andina representaba un enorme salto en la carrera del joven profesor, ya que hacía realidad uno de sus objetivos personales: la enseñanza universitaria.
Después de desempeñarse como docente de escuela secundaria en la provincia de Buenos Aires, el literato anhelaba un puesto de profesor titular en la Universidad Nacional de Cuyo. En el libro Cartas 1937-1963 ─volumen que recopila la correspondencia del escritor─, Cortázar señala: “(…) Y ocurrió lo inesperado e inesperable: mi amigo, encargado del reajuste de la Universidad de Cuyo, me llamaba para ofrecerme el interinato de tres cátedras en Filosofía y Letras, aquí en Mendoza. Dos de Literatura Francesa y una de Europa Septentrional (…)”.
Aquel profesor alto y de porte distinguido no pasó desapercibido ante la mirada expectante de sus estudiantes de la facultad mendocina. A modo de broma y, haciendo hincapié en su gran tamaño, sus estudiantes lo apodaron “Largázar”.
Pero no solo el aspecto de aquel docente llamaba la atención de sus alumnos, sino el nivel intelectual con el que preparaba sus clases. En una investigación del Diario Los Andes y Revista Rumbos, Dolly Lucero, escritora alumna de Cortázar, recuerda sobre el catedrático: “Aquel hombre alto, más bien enorme, subía a la tarima y con parsimonia se sacaba el reloj. Esperaba tres minutos y dictaba su clase. Nosotros escuchábamos alucinados”.

Cortazar - Retrato

Retrato de Julio Cortázar

La universidad

El autor de Rayuela no fue indiferente a su nuevo lugar de trabajo. Para su sorpresa, el joven docente se encontró con un mundillo universitario, al que comparó con los mejores establecimientos del mundo. Sobre la facultad, se refirió: ¡Los mendocinos me han sorprendido! La facultad tiene un club universitario hermosamente decorado, que ocupa varias habitaciones en el subsuelo. Hay allí hay un bar, una discoteca con abundante ‘boogie-woogie’, banderines de todas las universidades de América y, tanto profesores como alumnos van allá a charlar, seguir una clase inconclusa, beber e incluso a bailar ¿Cree usted posible eso Mendoza? A mí me pareció, cuando me llevaron, que entraba a Harvard o Cornell; todo menos aquí. Y sin embargo es realidad; alegrémonos de ello”.

Cortazar Facultad

Rivadavia 125, antigua sede la facultad en donde Cortázar impartía clases

La despedida

La época en la que Cortázar se radicó en Mendoza no fue un período fácil en materia política. Violentas disputas de poder azotaron el país y la Universidad Nacional de Cuyo no fue ajena a los ajetreos del gobierno. Muy pronto, Julio se vio en el medio de conflictos internos. Su deseo por convertirse en profesor titular se veía cada vez más lejano. Fue así como, un año y medio después de su llegada, decidió marcharse de la provincia.
En 1973, después de casi treinta años de su última vez en Mendoza, el escritor hizo una visita fugaz. Allí, revivió recuerdos de su juventud, disfrutó una vez más de sus viejas amistades y se deleitó con el paisaje montañoso que tanto le fascinaba.
Cortázar se despidió por última vez de la provincia, no sin antes dejar una carta a los mendocinos, la cual fue publicada en el diario Los Andes: “Como otras veces, hubiera podido entrar en la Argentina por vías cómodas y rápidas. En cambio, tomé el Trasandino para acercarme despacio, saboreando el paisaje, como quien se demora en comer un durazno. Y te busqué, Mendoza, porque te quiero desde muy lejanos tiempos, desde una juventud que se niega a morir en vos y en mí ahora que nos encontramos otra vez, como si veintiocho años no hubieran pasado por tus calles o mi cara. Y sos la de siempre, me das otra vez el rumor del agua en la noche, el perfume de tus plazas profundas. Para un viajero del mundo que siempre llevó consigo a su Argentina y trató de decírselo con libros, qué recompensa me das hoy, Mendoza, puerta de mi casa, amiga fiel que me sonríe“.

Mendoza a través de los ojos de Cortázar ultima modifica: 2019-06-12T00:01:46-03:00 da Cielo Gil

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