El Chalet de Bassi, una posada estilo Milan Liberty en Godoy Cruz

Son las 10:30 de la mañana cuando llego al Chalet de Bassi. Sobre el balcón, dos banderas, una de Argentina y la otra de Italia, flamean majestuosamente. Ni bien uno cruza el umbral de la puerta de entrada, se respira otro aire, otro tiempo. La ciudad, esa atestada por el ruido de los autos, los carteles y la gente caminando sin parar, parece estar a varios kilómetros. Cuando llego a la recepción, próxima a uno de los salones donde se sirve el desayuno, me recibe Rodrigo, quien desde 2001 administra el chalet. El jugo de naranja, el café y las facturas todavía están sobre una de las mesas. El horario del desayuno acaba de terminar. Una de las primeras cosas que me dice es que si bien el lugar se conoce como Chalet de Bassi, su nombre original es Villa Adelina, en honor a Adelina Ferrari de Bassi, su bisabuela.

De Pavia a Argentina

La familia Bassi es oriunda de Casei Gerola, un pequeño pueblo de la provincia de Pavia, próximo al límite con la provincia piemontesa de Alessandría y a 30 kilómetros de Milán. “Primero llegó mi bisabuelo Andrea, que acá firmaba como Andrés, con su hermano Angelo a los 18 años. Anduvieron un tiempo por el norte y se dedicaron a la cocina, que era lo que ellos habían aprendido. Le cocinaban a los trabajadores de la caña de azúcar. Después se enteraron que tenían familia acá en Mendoza, en Rivadavia. Mi bisabuela Adelina era Ferrari Bassi. Entre ellos eran primos. Se vinieron a encontrar acá a miles de kilómetros de Italia y se casaron”, relata Rodrigo. Fueron, justamente, Adelina y Andrea quienes compraron el terreno que está sobre la esquina del Carril Cervantes y Peltier en el distrito de Las Tortugas, en Godoy Cruz. Allí se construiría Villa Adelina.

La construcción del Chalet de Bassi

“Cuando empieza la construcción, en 1926, ellos ya vivían acá pero el chalet no existía. Existía esa casa que está en la foto y sobre ella construyen el chalet”, cuenta Rodrigo. Las habitaciones, con pisos de madera lustrada, hoy son diferentes salones dentro de la casona. Próximas al vestíbulo hay unas escaleras de mármol que llevan a la terraza. El cuarto que está justo antes de llegar era de Adelina Ferrari. “Ella era ebanista y acá era donde trabajaba la madera. Los marcos de los cuadros o los adornos como el que está arriba de la estufa los talló ella”. De un lado de la terraza se ve el carril Cervantes, del otro, se puede apreciar una vista única de las montañas y la cordillera incipientemente nevada. “Vos imaginate todo esto sin nada alrededor, eso era lo que veían ellos. En esa época había viñedos, frutales y rosales, nada más”.

La vida de los Bassi en Mendoza

Desde que llegó a Argentina, Andrea Bassi trabajó incansablemente. “Mi bisabuelo tenía una empresa de banquetes, organizaban eventos. Tenía un salón de fiestas en la calle Catamarca, antes de llegar a San Juan, era el Salón Blanco. Llegó a tener hasta 12 pianos de cola para alquilar en distintos eventos. Él estaba en la colectividad italiana así que debe haber hecho muchas fiestas para ellos”, comenta Rodrigo. “Antes él tenía un restaurante y un día un político le preguntó si no se animaba a hacer una fiesta grande, para 300 personas. Él acepta y como vio la posibilidad de trabajar de eso, vendió el restaurante e hizo el salón”, añade. Cuando envejeció, Andrea Bassi compró una finca en Las Violetas, allí sembraba espárragos, los cosechaba y los vendía para las cocinas de diferentes lugares. “ya no tenía necesidad de trabajar pero vos viste cómo son los italianos”, dice Rodrigo.

La crisis de 2001 y la renovación del chalet

Yo vivo en el mismo barrio donde está el chalet. Soy testigo de que a finales de los ’90 parecía ser una de las tantas casas deshabitadas de la zona próxima a la Cervecería Andes. Durante esos años, el chalet fue un natatorio para bebés, un restaurante y muchas otras cosas que ni Rodrigo ni yo nos acordamos del todo. “Yo vuelvo para acá en 2001, cuando cae De la Rúa, el gobierno pedía casas de familia para alojar a los chilenos que venían por la devaluación. La llamo a mi abuela y me dice, ‘sí, ocupalo'”, relata. Desde ese entonces, él se dedica a administrarlo y año tras año, lo embellece y lo mejora. Por eso, hoy es una de las casa más llamativas del barrio. “Ahora quiero hacer una veredita en el frente para que la gente pueda venir a tomar y comer algo afuera”, comenta.

El chalet de Bassi hoy

Actualmente el Chalet de Bassi funciona como posada. Debido a la pandemia, el lugar durante muchos meses estuvo cerrado al público. Pero esa fue la oportunidad que Rodrigo tuvo para cambiar de estrategia. En vez de enfocarse en los turistas que venían de afuera, se abocó a los mendocinos. Son ellos quienes todas las semanas vienen al chalet y aprovechan para tener noche tranquila, comer bien y desayunar aún mejor. Una de las principales ventajas de su ubicación es que no hay que irse demasiado lejos para poder pasar un día diferente, relajado y lejos de la rutina. “Mi idea, si los protocolos lo permiten, es hacer algo más tipo restaurante, con música, apuntando a lo italiano. A muchos les llaman la atención los cuadros, les hago un tour por la casa, les cuento la historia y se quedan maravillados por lo que ven, no quiero perder eso”, sentencia Rodrigo.