Pascual Toso fue uno de los tantos italianos que entre mediados del siglo XIX y principios del siglo siguiente se asentaron en Mendoza. Oriundo de Canale d’Alba, un pequeño pueblo de Piamonte, llegó a Argentina, durante la década de 1880. Decidió que se dedicaría al vino, un oficio que ya había aprendido en Italia. Con mucho esfuerzo y dedicación, Pascual Toso abrió una bodega en Guaymallén y con el correr de los años se fue expandiendo a otros departamentos. Hoy, la bodega Toso es una de las más antiguas y prestigiosas de Mendoza. En esta nota, te contamos un poco más de la historia de este bodeguero y los homenajes que se le rinden tanto en Argentina como en Italia.
Los comienzos de Pascual Toso
Pascual Toso nació el 24 de octubre de 1859 en Canale d’Alba, en la provincia de Cúneo, al oeste de Piamonte. Sus padres eran agricultores y de ellos aprendió sobre viñedos y la producción artesanal de vinos. Tras finalizar sus estudios secundarios decidió que emigraría a Argentina. Su primer trabajo en el país fue en un molino. Gracias al contacto con otros residentes aprendió a hablar español y descubrió que la tierra mendocina era óptima para dedicarse al vino. Posteriormente, comenzó a trabajar en La Germania, una bodega de capitales alemanes. Simultáneamente, se dedicó a importar vasijas de roble para añejamiento. Cuando pudo juntar el dinero suficiente, compró en Guaymallén los terrenos de lo que sería su primera bodega. Desde ese momento, el emprendimiento de Pascual no hizo más que crecer y ganar prestigio.
De la milicia de inmigrantes a la sociedad con Gargantini y Giol
A finales del siglo XIX, los conflictos limítrofes entre Argentina y Chile recrudecían. Pascual Toso, determinado a defender al país a como diera lugar, organizó una milicia armada de inmigrantes italianos que, afortunadamente, nunca tuvo que pelear. A principios de 1900 se asoció con dos grandes bodegueros de la época Bautista Gargantini y Juan Giol. Además, dos de sus hermanos, Juan y Sebastián, fueron parte de esa particular sociedad. Cuando Giol y Gargantini decidieron crear su propio emprendimiento vitivinícola, aquel que daría origen al afamado Vino Toro, los hermanos Toso continuaron su negocio aparte. En 1904, Juan Toso falleció y solo tres años más tarde, Sebastián decidió separase de la empresa familiar. Desde ese momento, Pascual se quedó a cargo de la bodega de San José, en Guaymallén, junto con su esposa y varios de sus hijos.
El siglo XX y la expansión de las bodegas Toso
Durante la segunda década del siglo XX, Pascual apostó a ampliar el negocio y construyó otra bodega más en Maipú. Fue por esos años que también apostó por la apicultura. En San Carlos, compró un campo de 1300 hectáreas y allí llegó a tener uno de los colmenares más grandes de la provincia. También durante varios años, se dedicó a la ganadería. En Las Barrancas, su bodega en Maipú, se dedicó a la producción y cultivo de las mejores uvas. Tras su muerte, sus descendientes continuaron su trabajo y durante las siguientes décadas las bodegas Toso obtuvieron diferentes premios que garantizaban que sus vinos eran de altísima calidad.
Canale d’Alba, el otro gran amor de Pascual Toso
Si bien Toso estaba total y completamente enamorado de Mendoza, jamás echó de menos su pueblo natal. Allí y en Turín poseía diferentes propiedades en las que solía pasar junto a sus hijos varias temporadas. En una de esas visitas, Pascual Toso donó el capital y los materiales para construir el hospital que hoy lleva su nombre. Además, sus descendientes donaron su propiedad allí para que se convirtiera en una casa de descanso. Tras este acto de generosidad para con el pequeño pueblo piamontés, Pascual Toso recibió el nombramiento de Caballero de la Corona. Cuando murió, en agosto de 1929, fue sepultado en Italia. Allí varios de sus empleados dejaron una placa conmemorativa en el cementerio de Canale. Mientras tanto, en Mendoza, además de la bodega que lleva su nombre, existe una calle en Guaymallén que lo homenajea así como también, una escuela en Maipú.
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