El 17 de octubre se celebró en Argentina el Día de la Madre. Las madres son una parte fundamental de nuestras vidas y una gran influencia en nuestros caminos a seguir a lo largo de todo nuestro accionar. Por eso, es que son de las personas más importantes que nos acompañan desde siempre. Las madres italianas, así como también las nonas, son y fueron cruciales para que nosotros seamos como somos. De ellas heredamos valores, costumbres, creencias, secretos familiares y también recetas, esas que solamente se pasan de generación en generación. En esta nota entrevistamos a un grupo de italianos e ítalo-argentinos para que nos contaran qué representan para ellos sus madres y sus abuelas y por qué ellas son dignas de homenajear no solamente hoy sino todos los días.
Madres eternas
“Mi nonna Margherita murió a los 89 y mi nonna Leonora a los 92. Mi vida, la de mis hijos y la de la primera de mis nietas estuvo alrededor de esas mujeres”, cuenta Verónica. “No eran madres, eran madrazas. Estaban pendientes de todo, pero sin necesidad de controlar nada. Eran tan sabias”, recuerda. Margherita era oriunda de Mondoví, en Piemonte, mientras que Leonora había llegado a Argentina con tan solo 15 años desde Pistoia, en la Toscana. Cada una de ellas crió a sus hijos hasta que estos se casaron y después cuidó a sus nietos con un amor y dedicación inconmensurables. “No había placer más grande que poder ir a visitarlas porque sabía que me esperaban, hoy que ya no están las llevo siempre conmigo”, confía Verónica y muestra dos medallitas que pertenecieron a sus nonnas colgadas en su cuello.
La maregrande, grande como el mar que tuvo que cruzar
“Siempre me cautivó la relación que existía entre las palabras madre y mar tanto en italiano como en castellano. La idea me gustaba porque siempre me hizo pensar en mi abuela y en el hecho de que a través del mar fue que llegó hacia Argentina y se convirtió en madre”, cuenta Lisi. Muchos años después, ya con sus propios hijos y sin la abuela Cesira en el plano de los vivos, Lisi descubrió que esa relación que siempre hacía tenía que ver con sus orígenes. “En piemontés, que era lo que ellos hablaban antes de llegar, ‘maregrande’ es abuela y sí, mi abuela era grande como el mar y mi mamá, que ahora es una abuela, también se convirtió en una ‘maregrande'”.
Mis tres madres
“Mi mamá falleció de cáncer muy joven, apenas tenía 44 años y yo nueve”, relata Claudia y los lentes se le empañan un poquito. “Afortunadamente nunca estuve sola. Ella tenía otras tres hermanas, dos mayores, Teresa y Victoria y una menor, Ida. Cuando mi mamá murió, para sus hermanas me convertí en una hija más.”, comenta. Claudia se considera muy afortunada porque hoy, a sus 55 años, siente que a falta de una madre, tuvo tres. “De ellas aprendí todo, desde cómo hacer que el relleno de los canelones sea un éxito rotundo en el almuerzo del domingo hasta cuál es la proporción justa entre Fernet y Coca-Cola. Nuestra familia es muy grande y está muy orgullosa de sus raíces. Ese fue trabajo de ellas”, sentencia.
El aroma de mamá en todo el edificio
“Mi mamá era una apasionada de la cocina, lo que le pidieras te lo sabía hacer”, cuenta Dora. “Mis recuerdos de la infancia tienen que ver con mirarla mientras estiraba la masa del strudel o cocinaba los estofados que tanto le gustaban a mi papá”. Valeria, la mamá de Dora, era oriunda de Las Marcas. Para ella y todas las mujeres de su familia, la cocina era el lugar más importante de la casa. “Siempre decían que vos conocés una casa por el estado en el que está la cocina y el primer aroma que sentís al acercarte a la puerta.”, recuerda. “Muchos años después, me encontré con vecinos de esa época y no hubo ninguno que olvidara el aroma a comida que salía de nuestro departamento. Mamá fue inolvidable para todos los vecinos, el aroma de su cocina también”.
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¡Realmente lo es!